Twitter: @ana__islas

Nos están matando. En los hogares, en las escuelas, en las calles, en los trabajos, en el transporte, enterrándonos en estadísticas que son números fríos de corazones que dejaron de latir a manos de la violencia machista

Dolor: vivir en un país que ocupa el primer lugar en feminicidios de toda América Latina…

Rabia: que solo 3 de cada 100 asesinatos de mujeres alcancen una sentencia… 

Impotencia: que cada día al menos nueve mujeres son víctimas de violencia..

Normalización: subirse a un vagón designado y convivir en silencio con lo que provocó esa separación…

Vergüenza: recomendar a las turistas no usar faldas o blusas de tirantes, “no provoquen si no quieren ser acosadas”…

Foto: Ana María Islas

México ya no aguanta más violencia, más feminicidios, más desapariciones. Nos están matando, nos acosan, nos violan, nos silencian en un país donde no pasa nada. 

La estructura patriarcal bajo la cual funciona el país construida con bases de desigualdad y exclusión genera un contexto de impunidad que promueve la violencia contra las mujeres

…desde los ámbitos más íntimos hasta los públicos en donde el Estado de Derecho es débil ante la ausencia de protocolos y personal especializado y capacitado que logre investigar con perspectiva de género los asesinatos de mujeres.

Estamos cansadas. Hartas de que ese dolor se convierta en un circo para algunos, pero ese dolor ya se desbordó hasta el punto de llegar a que “la que quiera romper, que rompa”  como lo dijo Yesenia Zamudio, madre de María de Jesús Jaime Zamudio, estudiante del IPN asesinada en 2016 y “si van a hablar, hablen de todas”. 

Una madre a la que le arrebatan a su hija, una hija a la que le desaparecen a su hermana, una hermana que pierde la vida a manos de su pareja, una pareja que arranca la vida de una niña. Dolor, rabia, impotencia, normalización, vergüenza.

Lo que hemos visto estos últimos días en las calles de Ciudad de México es el esbozo de una revolución feminista, y sí, no hay revolución sin tensiones y es que las tensiones son muchas. Ya lo dicen las paredes en los muros en varias capitales latinoamericanas y se repite como mantra en más latitudes: “El futuro será feminista o no será”.

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Porque no hay futuro posible sin mayor igualdad y el feminismo es la resistencia a la condescendencia del capitalismo hacia los derechos de las mujeres, coartados, precarizados, dejados de lado históricamente.

Es la defensa al derecho a decidir, a poder vivir en paz, a incluso poder vivir y entender, como dice la periodista especializada en género, Luciana Peker que

“El feminicidio no es un caso privado, es una derrota latinoamericana”.

Pero hay victorias como en Argentina en donde a pesar de no haberse despenalizado el aborto ya se despenalizó el debate o como El Salvador, en donde al menos ya se habla de la violencia machista. También está el rol cada vez activo de la mujer en la protesta chilena y cómo sus rostros y formas llenan de arte las calles de Santiago. De las raíces dominicanas de las hermanas Mirabal floreció una lucha universal que se pintó con labial indeleble. 

Foto: Ana María Islas

Ahora en México está naciendo con dolor -como el de un parto que cimbra las entrañas y remueve todo- un movimiento en forma de un tsunami de mujeres con un clamor plural, que tiene muchos rostros y formas y que no se va a callar ante la violencia y la impunidad, con rebeldía, politizadas, con glitter, con pañuelos verdes y con brillantina. 

La revolución será feminista o no será. El futuro será feminista o no será.

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