Twitter: @ana__islas
26 personas poseen más dinero que los 3 mil 800 más pobres en todo el planeta. Los tres más ricos viven en el continente americano. América Latina es la región del mundo más desigual, en ella existen contrastes más visibles que entre las zonas más pobres de Turquía, pero no nos vayamos tan lejos: México.
En nuestro país las divergencias regionales se equiparan a las que existen entre países de distintos continentes. Según datos de la Subsecretaría de Hacienda y Crédito Público, el PIB per cápita de la Ciudad de México es casi siete veces el PIB per cápita de Chiapas, el estado más pobre de nuestro país.
Nuevo León, el estado que cuenta con el menor porcentaje de población en pobreza, ha crecido en las últimas tres décadas a un ritmo inalcanzable para otros estados del resto de la República como Oaxaca, por ejemplo, que tiene a al menos 66.8 por ciento de su población sumida en pobreza. A ese estado del sureste del país le tomaría casi 200 años alcanzar el PIB per cápita que tiene Nuevo León.
De ese nivel la disparidad en un mismo país, entre dos estados que están a mil 364 kilómetros de distancia. Si observamos esa realidad, no sorprende -pero sí alarma- que la desigualdad económica se exprese en otros ámbitos, en los más simples y que se han normalizado, específicamente en la falta de equidad que existe entre hombres y mujeres.
Violence against women has devastating costs and consequences on individuals, communities and societies.
That’s why we teamed up with @WHO to bring “RESPECT – Preventing violence against women”: https://t.co/nVPxTNDjOm pic.twitter.com/Ws2O4m3iIk
— UN Women (@UN_Women) 2 de junio de 2019
Esta desigualdad se traslada a la participación laboral de las mujeres que, en México, es de las más bajas en toda la región. Estamos por debajo de Argentina, Brasil, Colombia, El Salvador y Nicaragua… por nombrar un par.
La falta de acceso al ámbito laboral se traduce, en un nivel evidente, en la desigualdad económica entre géneros pero en un nivel más descompuesto en violencia de género.
Y entonces va de nuevo: no sorprende -pero sí alarma- que 14 de los 25 países con mayores feminicidios están en América Latina. Y, está México, con el asesinato cada dos horas y media de una mujer en algún punto del territorio durante el primer cuatrimestre de este año, según estadísticas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Sí, cada dos horas y media.
Mil 199 feminicidios del 1 de enero al 30 de abril o diez mujeres asesinadas al día. 6 por ciento de estos homicidios dolosos se concentraron en diez estados, siendo el Estado de México el que ostenta el primer lugar con 152 víctimas, seguido por Jalisco y, en tercer lugar, Guanajuato.
Que esas cifras no se queden sin rostro; que las víctimas de la violencia con las que convivimos a diario, no nos sean indiferentes. No podemos jactarnos de ser un país de vanguardia si no existe igualdad de derechos y oportunidades -en la práctica, no en el papel- de más del 51 por ciento de la población.
Porque nos decimos mejor que otros países pero si miramos las estadísticas estamos peor y porque la desigualdad y su espiral de violencia es un tema que nos afecta a todos, urge terminar con las relaciones de poder desiguales entre géneros y partir de un enfoque integral del que todos podemos ser parte, porque a todos nos importa -o debería- construir una sociedad más equitativa e incluyente.