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La rapidez del contagio económico que está provocando la epidemia de coronavirus Covid-19 en todo el mundo rebasa cualquier previsión y amenaza con meter a la humanidad en un periodo de recesión profunda con efectos devastadores.

De ese tamaño es el desafío que enfrentamos por la pandemia que mina la salud, la capacidad hospitalaria de cualquier nación y tira el sistema inmunológico de la economía global.

En México hay preocupación y, porque no decirlo, angustia por los devastadores efectos que la epidemia está teniendo para diversos sectores de la economía nacional.

El impacto de esta emergencia económica es como la de un tsunami que avanza lento, pero con fuerza, arrasando con todo lo que encuentra a su paso. Y esta fuerza devastadora ha provocado ya el cierre de empresas, principalmente pequeñas y medianas que viven al día y que han sido obligadas a cerrar sus puertas.

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Ni qué decir de las personas que no cuentan con un empleo formal y que todos los días salen a las calles a buscar el sustento que les permita llevar comida y lo mínimo indispensable a sus casas.

Y esta desesperación se traducirá en desempleo, en desabasto y en problemas sociales mayores si las autoridades del gobierno no actúan de inmediato con una estrategia económica de emergencia que proteja a los más vulnerables y que reoriente el gasto hacia el apoyo a las fuentes que generan empleo en nuestro país.

Este domingo en Palacio Nacional, en el marco de su Informe Trimestral de Labores, se esperaba que el presidente presentara un plan o programa de emergencia que permita a los sectores productivos y a las familias mexicanas hacer frente a la tormenta que ya tenemos encima.

Antes de este anuncio, el presidente se mostraba reacio a aceptar la urgencia de una estrategia económica de guerra, que impida que nuestra economía se vaya al precipicio. Y no se trata de armar un plan de rescate como los que hemos visto en sexenios pasados. No, de lo que se trata es armar un inmediato plan de contingencia económica que permita utilizar la fuerza del Estado en favor del mantenimiento de empresas, empleos y la estabilidad económica y social del país.

Qué bueno que, a pesar de su conocida terquedad, el presidente López Obrador haya recibido la semana pasada a los líderes empresariales para escuchar sus propuestas de rescate económico. El acercamiento con los representantes empresariales es una buena señal.

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Esperemos que la estrategia anunciada este domingo sirva para apoyar al empleo, pero sobre todo a las fuentes que lo hacen posible, es decir, las empresas. Y, sobre todo, el reconocer que en México hay 4.5 millones de empresas que no tienen más de diez empleados. De hecho, el 95 % de las empresas del país no tienen más de diez empleados: son microempresas. Y en ellas trabajan 10 millones de personas.

Luego están las pequeñas empresas, que emplean a 4 millones y las medianas que dan trabajo a otros 4 millones. En total existen en nuestro país casi 5 millones entre micro, pequeñas y medianas empresas que emplean a 18 millones de mexicanos.

El momento de actuar es ahora. Hay que dejar de lado las diferencias políticas y las obsesiones personales para poner por delante el interés de la nación.

No resulta exagerado decir que, en esta difícil hora, México se juega su viabilidad como nación.

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