Twitter: @HadaCosquillas 

Donde quiera que te encuentres y quien quiera que seas, sé que quieres ser feliz. Ser feliz es un deseo humano tan básico como el respirar. Pero ¿qué es la felicidad? Miles de años muchos filósofos se lo han preguntado y tal parece que coinciden algunos en que es esa gloriosa sensación en la que todo parece estar perfecto, esos destellos de genuina felicidad a veces tan efímeros, resultan ante todo pensamiento agradables y es como si el mundo por un momento se detuviera.

La vida entonces parece que es un intento por encontrar esta sensación y hacerla durar el mayor tiempo posible. Algunas personas la buscan en la riqueza, otras en el conocimiento, otras en la acumulación de experiencias, sin embargo, todos conocemos a muy pocas personas realmente felices ¿cierto?  ¿Por qué algo tan sencillo es tan difícil de encontrar? Lo cierto es que no lo es. Ocurre que la buscamos en lugares equivocados. Pensamos que la felicidad es un destino que debemos alcanzar cuando en realidad, es justo donde hemos comenzado la vida donde se encuentra. Nos esforzamos tanto por encontrar la felicidad “Ahí fuera” cuando realmente está donde siempre ha estado, en nuestro interior como parte constitutiva de nuestro ser.

Fuente:
ar.pinterest.com

La felicidad es la ausencia de infelicidad, nuestro estado de reposo, cuando nada enturbia la imagen de lo que concebimos como realidad, es estar en calma y ver las cosas tal como son, ir a la cosa misma diría el gran Husserl. La felicidad es en realidad nuestro valor predeterminado, las presiones sociales, la familia, los sistemas de creencias, las expectativas innecesarias nos predeterminan  de tal modo que nos hacen pensar en la felicidad de modo equívoco; se convierte en un objeto misterioso que perseguimos pero no alcanzamos.

Se han preguntado alguna vez ¿de dónde sacamos la idea de que hemos de buscar la felicidad en el exterior, luchar por ella, conquistarla, incluso, ganarla?

¿Cómo fue que perdimos el camino y aceptamos que la vida tan sólo roza por instantes nuestra existencia? ¿Cómo y cuándo fue que nos desprendimos de nuestro derecho a ser feliz?  En definitiva, creo que simplemente fue lo que nos enseñaron a hacer, fue el modo en como nos enseñaron a vivir.  Y tristemente, hemos aprendido a priorizar este camino que aunque nos hace infelices, contando con la promesa de que cuando por fin alcancemos lo que nos inculcan como éxito realmente seremos felices. Sin embargo, ya sabemos que es una falacia ¿cuántas personas aparentemente tienen todo lo que entra en esa categoría de éxito y terminan hasta suicidándose? El binomio éxito y felicidad es uno de los más crueles inventos; no necesariamente lo que unos consideran exitoso lo es para otros y viceversa, ni tampoco el éxito garantiza la felicidad puede que la felicidad si ayude un poco a tener o sentir éxito.

Fuente: escuelamanagement.eu

Pero entonces, ¿qué es la felicidad? En lo personal tras años de depresión y el no saber cómo lidiar con mis fracasados intentos de sonreírle a la vida ante mis varias pérdidas, intenté hacer un ejercicio:

Una lista de mis momentos felices y encontré que habían sido muchos más los momentos en los que me he sentido feliz que los momentos que me habían marcado y puesto de modo permanente en un estado depresivo.

Y en este ejercicio lo más interesante no fue darme cuenta de ello sino de que todos esos momentos felices estaban respaldados por la sensación de gratitud más que de euforia, y es así como entendí la frase Heideggeriana de que

En el pensar está el agradecer, la gratitud cobró un enorme sentido en mi existencia desde entonces.

Me llevó a reconocer la verdad sobre la vida actual y que pese a todos sus sinsabores es posible encontrar infinidad de razones para ser feliz. Hoy intento recordarme esto no cada día sino cada segundo, porque es complejo desprenderse de viejos hábitos pero cuando lo recuerdo y lo aplico, me convierto en alguien capaz de disfrutar una taza de té de jazmín (mi favorito) en todo su esplendor, desde la temperatura, el delicioso sabor y la sensación que surge del sabor, beber el té se convierte en una experiencia estética sensorial y es un momento de felicidad genuina.

Hace unos días alguien en una empresa me preguntaba que cómo le garantizaba que mis talleres realmente funcionarían, cómo medir la utilidad de mis cursos sobre felicidad en sus empleados y que si hacía examen o algo por el estilo. Me daban ganas de responderle que el modo de ver resultados en un proceso de desarrollo personal sólo se pueden hacer tangibles cuando se abre la mente y el corazón hacia el deseo más auténtico, sin egos y miedos a realmente querer ser feliz sin la necesidad de demostrar una superioridad y que finalmente como dice el Dalai Lama, no hay mayor felicidad que la de propiciar la felicidad de los demás. Por ello, hoy doy las gracias por haber acogido estas letras.