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Andrés Manuel López Obrador, durante campaña, afirmó que tenía tres “mandamientos”: no mentir, no robar y no traicionar. Después, en su toma de protesta prometió contundentemente que no tenía derecho a fallarnos.

El presidente traicionó su promesa, falló y miente prácticamente todos los días. No son exageraciones, son los hechos.

Su conferencia mañanera no es sólo una de las herramientas de comunicación política más efectiva de Obrador, sino que también es el escenario donde se construye una historia llena de mentiras para mantener la popularidad del presidente y justificar sus acciones -más allá de toda consideración técnica o evidencia empírica.

La primera de las grandes mentiras es también la más importante. Durante su campaña (y durante todos sus años de oposición) criticó duramente la estrategia de seguridad de los últimos dos sexenios y prometió la desmilitarización del país. Hoy vemos el avance legislativo del intento presidencial de crear una Guardia Nacional Militar; se ha anunciado que el aeropuerto de Santa Lucía será administrado por la SEDENA y que la misma dependencia construirá departamentos de lujo en 150 hectáreas de Santa Fe. ¿Dónde quedó la desmilitarización?

Otra de sus mentiras tiene que ver con el sector energético. Desde el templete en Palacio Nacional, el Andrés Manuel afirmó que antes de la reforma CFE generaba el 100% de la electricidad del país y que después de ella únicamente el 50%. Nuevamente la realidad lo desaira. Desde 1996 hay generación privada y en el primer bimestre de 2012 los Productores Independientes de Energía (PIE) ya tenían permiso de generar hasta el 55% de la energía que el país consume.

En ese sentido, también mintió acerca de las importaciones de hidrocarburos a Estados Unidos. Fue lo suficientemente temerario como para acusar al Wall Street Journal de no ser un medio serio. Días después, la propia Secretaría de Energía publicó que “las importaciones de gasolina por parte del nuevo gobierno se colocaron en 512 mil barriles diarios, 49 por ciento menos de lo registrado en el mismo periodo de 2018”. Entonces, ¿quién mintió?

Finalmente está su compromiso por luchar contra la corrupción. Uno de los motivos que determinaron la elección del año pasado fue, justamente, que los mexicanos estamos hasta la coronilla de que la clase política se enriquezca a nuestras costillas. AMLO supo escuchar y prometer. Pero hay un pequeño detalle: es puro discurso -siempre lo ha sido-. ¿Alguien lo duda? Asignó directamente, sin licitación, a Banco Azteca (propiedad de Salinas Pliego, exjefe de su hoy secretario de Educación) el manejo de las “Tarjetas de Bienestar”; compró, evitando otra vez una licitación, 671 pipas por un costo total de 92 millones de dólares; una de las candidatas para ocupar una silla en la Corte es, además de abogada con carrera judicial, esposa del contratista favorito de López que construyó el Segundo Piso del Periférico: Riobóo.

Sí, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es un gobierno mentiroso. Nada nuevo bajo el Sol…