Su familia era pequeña, nunca se casó ni tuvo hijos. Su única hermana había muerto hace años. Tenía pocos amigos, aunque contaba con muchos clientes que pagaban por sus terapias psicológicas. Pero nadie, o casi nadie, se imaginó que de un día para otro la desaparición de Amanda Jospe, una psicóloga de 83 años oriunda de Salamanca, España, se trataría de una muerte.
Tuvieron que pasar cinco años para que los vecinos, e incluso amigos, se enteraran, y se indignaran, sobre el destino de Jospe: que fue hallada al interior de su casa cinco años después de haber muerto. Estaba momificada.

Desde Israel, narra el diario El País, su sobrina alertó a la policía. Entonces la Jefatura Superior de Policía de Madrid envió a agentes a su domicilio
en el número 31 de la calle de Alonso Heredia, para cerciorarse de que Jospe se encontrara en buen estado, no fue así. Llamaron a su puerta, pero nadie respondió. Un cerrajero tuvo que forzar la entrada para que los agentes pudieran ingresar y hallar el cuerpo de Amanda tendido en su cocina.
En el Instituto Anatómico Forense, en la Ciudad Universitaria, le practicó una autopsia que reveló que había muerto hace cinco años, sin signos de violencia. Por otro lado, el equipo forense determinó que las características de humedad y de temperatura de la vivienda, pudieron haber sido factores que impidieran que los vecinos alcanzar a percibir el olor a putrefacción.
Algunos de sus conocidos fueron entrevistados, pero nadie imaginó que la vida de esta psicóloga pudiera terminar así.

“No me diga. ¿Que ha muerto? ¿En su casa? No me lo puedo creer. ¡Qué disgusto, Dios mío!”, expresó entre lágrimas una amiga suya a ABC, al enterarse que Amanda estaba muerto desde hace mucho tiempo. Según ella, acudió a la embajada para investigar su paradero. “La comunidad de propietarios hizo gestiones y yo también. No salió del país”, explicó su amiga.
Y no es que los vecinos no hubieran intentado alguna vez entrar a su domicilio. El problema fue, explicó uno de ellos, “que para entrar a la vivienda hacía falta un mandamiento judicial y una denuncia previa. Y esta última la tenía que interponer algún miembro de la familia, no vecinos”.